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La llegada de Carlo Ancelotti: ¿Solución o acto desesperado para Brasil?

La selección que inventó el “jogo bonito”, la que nos regaló a Pelé, Garrincha, Ronaldo, Ronaldinho, Romario, hoy camina tambaleante, sumida en una de sus mayores crisis de identidad de los últimos tiempos. Brasil, el pentacampeón del mundo, ya no sabe a qué juega ni quién es y tal vez lo más simbólico de este desconcierto sea la decisión de contratar a Carlo Ancelotti como nuevo entrenador de cara al Mundial 2026.

Por primera vez en su historia (real, concreta), la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) reconoce, sin decirlo, que ya no confía en los suyos. Y es que si sos Brasil y llamás a un extranjero para enderezar el rumbo, es porque el problema ya no es solo futbolístico, es existencial. La llegada de Ancelotti –uno de los entrenadores más ganadores de todos los tiempos– suena más a un acto desesperado que a una estrategia.

El propio presidente Luiz Inácio Lula da Silva lo dejó claro: “Hay entrenadores en Brasil que podrían dirigir al equipo”. Su frase se convirtió en el eco de un país que, aunque no lo admita, se siente herido. No por traer al italiano, sino por el mensaje que eso representa: la cuna del fútbol ya no se cree capaz de guiarse a sí misma.

Mientras tanto, del otro lado de la frontera, Argentina vive su mejor etapa en más de tres décadas. Bicampeón de América, campeón del mundo, campeón de campeones. Y lo más doloroso para el eterno rival: lo hizo con un técnico sin renombre, sin experiencia previa y con una filosofía bien sudamericana.

Lionel Scaloni devolvió la identidad, la humildad, el sentido de pertenencia. Brasil, en cambio, cambió cuatro entrenadores desde Rusia 2018, acumuló papelones en los despachos de la CBF, y dejó de tener un proyecto coherente. Hoy ni siquiera Neymar, Vinicius o Rodrygo logran tapar las grietas.

La llegada de Ancelotti puede ser brillante en los papeles. Tiene títulos, tiene respeto, tiene la admiración de sus jugadores. Pero también tiene algo que la historia brasileña nunca necesitó hasta ahora: una nacionalidad ajena.

Que Brasil haya recurrido al mejor técnico extranjero del momento no es un gesto de grandeza, es una confesión de que el legado está en crisis. Porque cuando un gigante como Brasil deja de mirar hacia adentro y busca salvación afuera, es porque su alma está extraviada.

Quizás sea el golpe que necesitaban para reaccionar. Tal vez Ancelotti logre lo que tantos técnicos brasileños no pudieron: ordenar el caos. Pero más allá del resultado, el problema seguirá siendo el mismo: Brasil dejó de confiar en su esencia. Y mientras Argentina reafirma su identidad con cada título, el “Scratch” busca reinventarse a través de alguien que, por más gloria que traiga, no nació bajo el sol del Maracaná.

El fútbol es cíclico, sí, pero también simbólico. Y hoy, el símbolo más fuerte es que la mayor potencia de la historia ya no se reconoce en el espejo.