¿Eres de los que sale corriendo por la mañana dejando las sábanas revueltas? ¿O la visión de una cama sin hacer simplemente no te perturba? Más allá de la simple pereza o la falta de tiempo, este hábito cotidiano podría tener algunas interesantes interpretaciones desde la perspectiva de la psicología. Si bien no existe un diagnóstico clínico asociado a no tender la cama, los expertos sugieren que esta pequeña acción (o su ausencia) puede ofrecer pistas sobre nuestra personalidad, prioridades e incluso nuestro estado emocional.
“No podemos encasillar a las personas que no hacen la cama en un único perfil psicológico”, explica la Licenciada en Psicología, Ana Pérez, consultada para esta nota. “Sin embargo, observar este comportamiento dentro de un contexto más amplio puede darnos información valiosa”.
Una de las interpretaciones más comunes se relaciona con el nivel de organización y la adherencia a las rutinas. Aquellas personas con una menor tendencia a la estructura y la planificación en su vida diaria podrían encontrar menos relevante la tarea de ordenar la cama. “Para algunos individuos, la espontaneidad y la flexibilidad son prioritarias, y dedicar tiempo a una tarea que consideran menor simplemente no encaja en su esquema”, añade Pérez.
Por otro lado, la escala de prioridades juega un papel fundamental. En un mundo donde las demandas y las responsabilidades parecen multiplicarse, tender la cama puede caer fácilmente al final de la lista. “Si una persona tiene una agenda muy apretada o enfoca su energía en otras áreas que considera más importantes –como el trabajo, la familia o sus hobbies–, es comprensible que esta tarea pase desapercibida”, señala la psicóloga.
Interesantemente, algunos estudios exploran posibles correlaciones con ciertos rasgos de personalidad. Si bien no son determinantes, una menor puntuación en escalas de meticulosidad o conciencia podría estar asociada a una menor inclinación a realizar tareas detallistas como hacer la cama. No obstante, los expertos insisten en que esto no implica necesariamente desorden en otros aspectos de la vida.
El estado de ánimo y la motivación también pueden influir significativamente. En momentos de estrés, ansiedad o incluso síntomas depresivos, las tareas cotidianas pueden volverse abrumadoras. “Cuando una persona no se siente bien anímicamente, las pequeñas acciones que requieren un mínimo esfuerzo pueden ser las primeras en descuidarse”, advierte Pérez.
Incluso, en un plano más simbólico, algunos psicólogos sugieren que la rebeldía o el inconformismo podrían manifestarse en la resistencia a seguir normas sociales implícitas, como la expectativa de tener la cama siempre perfecta.
¿Debería preocuparnos si no hacemos la cama? La respuesta general es no. Siempre y cuando esta falta de hábito no esté acompañada de otros signos de desorganización que afecten significativamente la vida diaria, o si no se relaciona con un deterioro del estado de ánimo general, no hay motivo para la alarma.
“Lo importante es analizar el contexto individual”, concluye la Licenciada Pérez. “¿Esta falta de hábito genera malestar en la persona o en su entorno? ¿Está asociada a otras dificultades? Si la respuesta es no, probablemente se trate simplemente de una preferencia personal o una baja prioridad”.
Así que la próxima vez que mires tu cama deshecha, recuerda que detrás de esa aparente dejadez podría haber una compleja interacción de prioridades, personalidad y estado emocional. La psicología nos invita a mirar más allá de la superficie y comprender la diversidad de nuestros hábitos cotidianos.