Iker Muniain no vino a retirarse: vino a jugar. En San Lorenzo jugó un total de 26 partidos y convirtió 4 goles, pero lo más importante fue que consiguió el amor de todo el pueblo azulgrana.
“Me voy pero un pedacito de aquí me quedará para siempre. Se va un hincha más”, sostuvo Iker en su despedida en San Lorenzo.
Entre los 10.398 kilómetros que separan Boedo y Bilbao, el idioma euskera y el castellano, nació una historia que nadie vio venir, pero que nadie va a olvidar. Se volvió “adicto” a San Lorenzo, como sostuvo en conferencia de prensa.
Iker no solo dejó fútbol; dejó cariño, mística y la sensación de que, por un rato, San Lorenzo fue también el club de su vida.
El mediocampista volverá a su país natal: “Es una decisión muy difícil, pero como en la vida hay que tomar decisiones”. Pero en algún rincón de su casa, entre tantas camisetas y medallas del Athletic, habrá también una casaca azulgrana con el número 10.
No todos entenderán su paso por Argentina ni cómo un vasco se enamoró de Boedo. Pero en el fútbol, las pasiones no necesitan explicación.