El economista Ariel Coremberg sostuvo que la corrupción en la causa conocida como “los cuadernos de las coimas” representó un perjuicio para el país equivalente a las reservas actuales del Banco Central. “No es una entelequia ni un abstracto: la corrupción tiene consecuencias institucionales, económicas y humanas”, afirmó el también profesor universitario y exdirector del Programa de Productividad de la UBA.
En diálogo con Rivadavia AM 630, Coremberg explicó que el cálculo se basa en los márgenes de sobornos reconocidos en las confesiones de empresarios -un 15% en obra pública y un 5% en subsidios a la energía y el transporte- durante el período 2004-2015. Aplicando estos porcentajes sobre la ejecución del gasto público consolidado de ese ciclo, estimó una pérdida de 36.000 millones de dólares, que actualizados a valores de 2015 trepan a 42.500 millones, monto comparable a las reservas internacionales del país.
“La pregunta no es quién pagó coimas, sino si hubo alguna obra pública que no lo hizo”, enfatizó, aludiendo al esquema de cartelización denunciado en la causa judicial, en el que participaban grandes constructoras como Techint y el Grupo Roggio. “Eso en economía se llama oligopolio. Si no pagabas, te quedabas afuera del negocio, incluso quebrabas”, sentenció.
Coremberg también hizo hincapié en el impacto estructural de esa corrupción sobre la economía argentina: “Con esa plata tendríamos hoy el doble de reservas. No habría hecho falta pedirle dólares al FMI ni por parte de Macri, ni de Guzmán, ni de Massa ni de Batakis. Los tres últimos gobiernos tomaron deuda para recomponer reservas que podrían haber estado si no se las hubiese robado”.
Además, señaló las consecuencias de largo plazo en el desarrollo del país. “Sin esa corrupción, la eficiencia productiva hubiese subido medio punto del PBI anual. Un argentino nacido en 2004 habría duplicado su ingreso per cápita en 50 años. Pero con esta corrupción, lo hará recién a los 90”, sostuvo.
Finalmente, Coremberg consideró que “la corrupción es también una forma de fuga de capitales”, que erosiona las condiciones de desarrollo, profundiza la desigualdad y deja secuelas macroeconómicas duraderas. Y concluyó: “Cuanta más corrupción, más pobreza”.