Una mujer joven embarazada podría asegurarse de que su hijo no naciera con eccemas con sólo visitar una granja de vacas a fin de entrenar al sistema inmunológico tomando contacto con animales en un hábitat “sucio”.
Lo aconseja el profesor de genética evolutiva en el Milner Centre for Evolution de la Universidad de Bath, Laurence D. Hurst, tras investigar cómo evolucionan los sistemas genéticos, y entender —y a su vez explicar— por qué algunas mutaciones son menos perjudiciales de lo que se podría esperar.
De hecho, asevera que los niños que crecen en granjas o con mascotas suelen tener muchas menos enfermedades autoinmunes.
Se la llama la hipótesis de la higiene, y la idea es que en realidad es necesario ensuciarse un poco.
Hubo un investigador que encontró algo muy curioso, dice Hurst, entrevistado por lavozdegalicia: que las tasas de enfermedades como eccemas, alergias o asma son mucho más bajas en el tercer hijo que en el primero. Y lo justifica en que al primero se le cuida, se le envuelve en algodón y se le mantiene limpio todo el tiempo. Y con el tercero, como los padres ya están más acostumbrados, dejan que corra salvaje y que se ensucie con sus hermanos.
La realidad moderna es que se vienen observando tasas sorprendentemente altas de eccema o de asma, en aumento durante los últimos 50 años, cuando en el siglo XIX prácticamente no se registraban.
CÓMO SE EXPLICAN LAS ENFERMEDADES
El libro que acaba de escribir, The Evolution of Imperfection, plantea que si realmente hemos evolucionado progresivamente y somos lo mejor que podemos ser, ¿cómo se explican las enfermedades?
Se pregunta, ¿por qué tantos de nosotros desarrollamos diabetes tipo 2, obesidad o enfermedades cardíacas?, ¿por qué tantos de nosotros tenemos cosas como eccemas, rinitis alérgica o alergias en general?
“A eso sí sabemos responder. Antes, éramos una especie bien adaptada, pero ahora estamos en un entorno diferente en dos aspectos. Uno, tenemos mucha más comida de la que jamás pudimos tener. Por ello, desarrollamos obesidad, que conlleva diabetes tipo 2, que a su vez conlleva enfermedades cardíacas, y así sucesivamente. Y dos, creemos que ahora vivimos en un entorno mucho más limpio”, analiza.
Pero además, la tasa de mutación es muy alta. “Cuando tú naces —si analizamos tu ADN, tus instrucciones operativas—, la mitad proviene de tu madre y la otra mitad de tu padre. Y ahora podemos determinar el ADN de la madre y el del padre, y hacer un ´juego de las diferencias´ con tu ADN. Así identificamos los cambios que ocurrieron en la fabricación de los espermatozoides o los óvulos, pero que ni tu padre ni tu madre tienen en su propio cuerpo. Son mutaciones completamente nuevas. Y, en promedio, nacemos con entre 10 y 100 de estas mutaciones. Es una cifra muy alta”, señala.
Y agrega: “Como consecuencia, los humanos tenemos una tasa ridículamente alta de enfermedades genéticas. Entre el 5 % y el 10 % de nosotros tienen una ´enfermedad genética rara´. Se define como rara cuando la padece menos de 1 de cada 2.000 personas. Pero hay unas 7.000 enfermedades genéticas distintas”.
Ergo, los humanos presentan una alta tasa de enfermedades genéticas y gran parte del ADN no tiene utilidad alguna.
EL CEREBRO GRANDE TRAJO LA MEDICINA
Otra característica inusual es tener un cerebro grande. Y que con ello viniera la medicina.
En cierto modo, se entabla una lucha contra los destinos genéticos con consecuencias interesantes.
Un ejemplo surge de un trastorno en particular como la hemofilia, cuenta Hurst. Es una enfermedad rara clásica, a veces conocida como “la enfermedad real”, porque la reina Victoria la transmitió a algunos de sus hijos.; la esperanza de vida para cualquier persona que naciese con ella en el siglo XIX era de unos 10 u 11 años. Muy baja.
Hoy en día, gracias a los avances genéticos, se sabe cuál es la mutación. Ahora que sabemos que es una enfermedad de la sangre, podemos darte sangre, o podemos darte una versión sustitutiva de la proteína, ensaya.
O, como acaba de salir al mercado, versiones sintéticas de las proteínas que te faltan. Además, desde hace poco, existen nuevas terapias génicas para ello. Esto se ve con muchas otras enfermedades genéticas. Así que, antes, las personas con estas patologías o trastornos se morían antes de poder reproducirse y, por lo tanto, no transmitían sus mutaciones. Ahora podemos mantenerlas con vida, aunque sigan siendo portadoras de mutaciones.
Los mamíferos transferimos nuestros recursos al bebé a través del útero, mediante la placenta, y lo hacemos de manera flexible.
Es decir, si tenemos un embarazo gemelar y un bebé se muere, es probable que el otro nazca más fuerte.
Somos capaces de transferir los recursos. Esto no es posible en otras especies, como las aves, que si ponen un huevo y su cría no nace, pierden su descendencia.
Todo lo cual lleva a algunas personas a considerar que es muy posible que lo que esté haciendo la medicina sea acumular problemas genéticos, no para nosotros, sino para nuestros descendientes.