Anjette “la Bruja” Lyles fue una asesina serial que envenenó y mató con arsénico a dos de sus esposos, a su primera suegra y a una de sus hijas para cobrar el seguro de vida entre 1952 y 1958 en los Estados Unidos.
Nacida como Anjette Donovan -ese era su apellido de soltera- el 23 de agosto de 1925 esta homicida fue restauradora hasta que en 1947 conoció a Benjamin Lyles Jr., dueño del restaurante Lyles en el centro de Macon, Georgia. El matrimonio tuvo dos hijas: Marcia en 1948 y Carla en 1951.
El marido era un bebedor empedernido y Anjette manejaba sola y con mucho esfuerzo el restaurante, aunque también recibía algo de ayuda de su suegra Julia.
En mayo de 1951, el hombre vendió el restaurante de manera repentina por solo 2.500 dólares sin decirle a nadie.
Anjette se quedó callada, pero en diciembre de ese año, Ben empezó a sangrar por la nariz y la boca, al tiempo que sufrió convulsiones.
El hombre finalmente murió en enero de 1952 y según dijeron los médicos fue por una encefalitis.
Anjette quedó viuda con dos hijas, pero a fuerza de trabajo pudo recuperar el restaurante en 1955 por 12.000 dólares y lo reabrió como Anjette’s.
La mujer era muy querida porque su sacrificio y su tarea en el restaurante la llevaron a ser reconocida, además de la gran cantidad de clientes que tenía. La gente llegaba al lugar y le decían cuánto admiraban su perseverancia.
Ella respondía: “Señor, tuve que hacerlo todo… yo sola. Solo le doy gracias a Dios de que mi esposo borracho tuviera algún tipo de seguro”.
En 1955 Lyles empezó a salir con Joe Neal Gabbert, piloto de una línea aérea estadounidense llamada Capitol Airways.
Cuentan los habitantes del lugar que fue amor a primera vista y se casaron el 24 de junio del mismo año, aunque en diciembre del mismo año el hombre murió.
Primero le salió un sarpullido, luego no podía comer, y después se le hincharon los brazos y las piernas. Estaba tan mal que le decía a la gente: “Déjenme morir”.
Cuando falleció, Anjette no se lamentó y se le oyó remarcar: “¡Gracias a Dios que Buddy me dio algo de dinero del seguro!”. Con el dinero heredado la múltiple homicida se compró un automóvil y una casa nueva.
Tras la muerte de su segundo esposo, Anjette empezó a pedirle a su primera suegra, Julia, que la incluyera en su testamento.
La respuesta murmurada de Julia fue que su ex nuera era una bruja que había asesinado a sus dos maridos. Anjette se rió y nunca negó las acusaciones.
El restaurante creció cada vez más en popularidad gracias a la comidas que servían, pero al mismo tiempo la asesina buscaba la forma de concretar su tercer crimen.
En agosto de 1957, Julia empezó a tener escalofríos y fiebre, luego se puso visiblemente morada, se le hincharon los brazos y las piernas, y fue hospitalizada hasta que falleció en septiembre.
Anjette nuevamente permaneció inmutada, como curtida a los golpes que le dio la vida, pero nuevamente deslizó una frase que empleados y clientes escucharon de manera sospechosa: “¿Sabías que esa dulce mujer me incluyó en su testamento?”.
La dueña del restaurante pasó de ser amada y respetada por todos a ser mirada de reojo por las reiteradas tragedias, ya que eran tres las personas allegadas que murieron de manera repentina.
Un día su hija a Marcia empezó a tener una tos seca y 41 grados de fiebre.
Anjette deslizó que la niña “pronto volverá a casa con su padre y su abuela” y finalmente murió en abril de 1958, cuando sólo tenía 10 años.
“Me alegro mucho de que mi pequeña hija estuviera asegurada”, le dijo Anjette a una de las enfermeras del hospital.
Este hecho provocó el enojo de uno de los empleados del restaurante, quien envió una carta anónima al médico forense, en la que pedía que buscara una gran cantidad de veneno en casa de la mujer, algo que podría haber tenido algo que ver con todas las muertes.
El perito examinó inmediatamente el cuerpo de Marcia y encontró cantidades masivas de arsénico.
Asimismo, la fiscalía presentó más pruebas relacionadas con las otras tres muertes.
El 6 de mayo de 1958, Lyles fue arrestada y acusada de cuatro cargos de asesinato.
El juicio comenzó en octubre de 1959 y entre los testigos que desfilaron aparecieron los trabajadores del restaurante quienes contaron que de manera frecuente escuchaban a su jefa gritarle a su hija: “¡Te mataré un día, Marcia!”.
Los empleados del hospital también hablaron y señalaron que Anjette les llevaba comida a sus víctimas a sus habitaciones, pero antes de dársela, iba un rato al baño. Y se llevaba la comida y su bolso.
Como si todo esto fuera poco, se descubrió que el testamento de Julia, su primera suegra era una falsificación.
Además, dos semanas antes de que Marcia muriera, los médicos le decían a Anjette que su hija podría recuperarse, pero la mujer se rió y pidió un pequeño ataúd.
El pueblo se volvió contra ella tras escuchar todos esos testimonios y hasta armaron carteles afuera de la sala que decían: “¡Quemen a la bruja!”.
El juicio sólo duró una semana y el jurado tardó menos de una hora en declararla culpable, ya que se necesitaron tres minutos para condenarla a muerte en la silla eléctrica.
Sin embargo, los gobernantes de la ciudad acordaron que Macon no iba a ser la primera ciudad de los Estados Unidos en ejecutar a una mujer caucásica por asesinato.
Por lo tanto, Anjette fue declarada “criminalmente demente” e internada de por vida en el hospital psiquiátrico estatal de Milledgeville, Georgia, con la condición de que si alguna vez se “recuperaba”, iba a ser ejecutada.
La múltiple homicida pasó veinte años en ese centro asistencial, donde finalmente falleció el 4 de diciembre de 1977, cuando tenía 52 años.