La psicoanalista Diana Altavilla, experta en prevención del suicidio, presentó su último libro en el MEDASUR y dejó sentado que “cuánto más arriba estamos como referentes de la sociedad, mayor responsabilidad tenemos de respetar las coordenadas del lazo social”.
En el mes de prevención del suicidio, la Subsecretaría de Salud Mental y Adicciones del Ministerio de Salud de La Pampa está organizando una serie de actividades tendientes a concientizar sobre esta problemática. En ese contexto, esta mañana se desarrolló una conferencia en la que la doctora Diana Altavilla presentó su último libro, “Desvalimiento y reparación”.
En diálogo con la Agencia Provincial de Noticias, Altavilla destacó la importancia de eliminar los discursos violentos y todo tipo de agresiones en el ámbito familiar, “porque los jóvenes son esponjas que absorben todo”.
Esta profesional oriunda de Buenos Aires, es representante en la Argentina de la Asociación Internacional de Prevención del Suicidio (IASP), organismo que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“El libro es producto de un trabajo de largo tiempo que hicimos con muchos colegas. Abordamos situaciones de todo tipo que no se evidencia solamente en suicidio: consumos problemáticos, excesos, trastornos alimentarios y autolesiones. Hay que prestar atención a estos síntomas porque demuestran un deterioro y un desvalimiento que puede desencadenar un episodio violento”, aseguró Altavilla.
La experta asegura que en el país en este momento tiene tasas de suicidio que están en el promedio “aceptable”: entre 8 y 12 cada 100.000 personas. Solo la provincia de Entre Ríos presenta números más altos. “El ser humano cuenta con recursos psíquicos, que fueron sistematizados en 21 mecanismos de defensa. Los vamos construyendo a lo largo de la vida, desde que nacemos, y son los que nos permiten atenuar el impacto de los hechos negativos”, explicó.
Adolescentes: claves para acercarse
Altavilla puso el foco en la situación de los adolescentes y remarcó la importancia de generarles un entorno sin agresiones. “La violencia, la falta de respeto y los gritos que pueden escuchar en su ámbito familiar son terribles para los adolescentes, porque absorben todo eso y los dañan internamente”.
Claro está que en este punto es inevitable resaltar la responsabilidad que tienen los gobernantes. “Cuánto más referente es uno de algo, más tiene que respetar las coordenadas del lazo social. Hay que sentarse y buscar un acuerdo y no maltratarnos ni insultarnos. Cuánto más arriba estamos como referentes, mayor es la responsabilidad”, indicó.
En cuanto a las claves para acercarse a adolescentes en riesgo, la doctora explicó que "es importante hacerles esta pregunta: ¿Qué pensás que puedo hacer para ayudarte? En esas pocas palabras se unen muchos aspectos positivos. Un adulto que sabe que hay un problema, que no esconde debajo de la alfombra, que no resuelve a su manera, sino que da entidad al conocimiento que chicos y chicas tienen de sí mismos y que valora su razonamiento. Esa pregunta es una forma amigable de acercamiento, ni impositiva, ni exigente, ni demandante, pero tampoco sin límites, lo que sería aceptar cualquier cosa que propongan, sino que abre la posibilidad de pensar juntos alternativas y, con base en eso, que los adultos, que son quienes guían, tomen una decisión”.
“Lo primero que hay que pensar es que ellos esperan que mantengamos un equilibrio, que no significa frialdad, significa afecto, pero con equilibrio. Segundo, escucharlos: qué es lo que suponen que les viene mejor, tenerlos en consideración, plantearles más posibilidades, pensar juntos un abanico de posibilidades, intercambiar con ellos, preguntar cómo les parece que se puede llevar a cabo esa propuesta, preguntarles qué necesitan de nosotros”, aseguró.
Deconstruir modelos sociales
En su análisis también tiene en cuenta los modelos de la sociedad actual que resultan perniciosos. “Pienso que hay modelos que tenemos que deconstruir. Así como deconstruimos el patriarcado, también hay que deconstruir los paradigmas del modelo de la contemporaneidad. Este modelo avala al éxito, el control, el poder, el dinero, la idea de que la satisfacción va a venir cuando tengas todo. Ese modelo implica una exigencia terrible para los chicos, aunque bailen en Instagram, es terrible. Esto lo vemos en países como Corea, que ha llegado a un nivel de bienestar social impensable hace 20 años, pero donde la fragilidad está en los chicos que no dan más con las exigencias que les imponen en el colegio para luego rendir como adultos. Lo vemos en sociedades como Japón, que, a pesar de invertir muchísimo dinero en programas de salud, no puede bajar el suicidio adolescente, y no puede bajarlo porque, por otro lado, llenan el dique con sobreexigencias de rendimiento y, aunque sea con buenos modos, esa es una presión enorme”.
La profesional hizo hincapié también en que los límites son una herramienta valiosa, pero hay que saber manejarlos. “Está bien que se pongan límites, y se esablezcan acuerdos de cumplimiento sano sobre cosas mínimas con los adolescentes, pero yo tengo que saber qué es lo que puede dar cada uno. Yo no le puedo pedir a un niñito de dos años que tome los vasos de vidrio que quedan a dos metros de altura y ponga la mesa; en todo caso, tengo que darle todo de plástico para que no rompa nada, para que no se lastime, para que vaya aprendiendo desde su nivel. Con esto es lo mismo, no les demandemos a los adolescentes cosas de adultos e incluso no les demandemos a los adolescentes cosas que los adultos no cumplimos. Es pedirles que se cuiden con el alcohol, y resulta que en la casa todos los adultos toman".


