La historia del saqueo cultural durante la Segunda Guerra Mundial sumó en los últimos días un nuevo capítulo con la aparición en Estados Unidos de dos pinturas del maestro holandés Ambrosius Bosschaert (1573-1621), especializado en naturalezas muertas florales. Las obras fueron detectadas en una casa de subastas de Newark, en el estado de Ohio, por la organización Monuments Men and Women Foundation, dedicada a la recuperación de piezas confiscadas por el régimen nazi.
El hallazgo se produjo apenas semanas después de que en Mar del Plata se recuperara el Retrato de una dama de Giuseppe Vittore Ghislandi, también perteneciente a una familia judía víctima del despojo nazi. En este caso, las piezas localizadas en Estados Unidos habrían integrado la célebre colección de Adolphe Schloss (1842-1910) y Lucie Haas Schloss (1858-1938), un matrimonio franco-alemán de origen judío cuya pinacoteca fue desmantelada en París tras la caída de Francia en 1940.
El portal especializado Artnet informó que Robert Edsel, fundador de la fundación sin fines de lucro, viajó a Newark a principios de septiembre tras recibir un aviso de que las pinturas habían sido puestas en venta. Una vez en el lugar, Edsel “se convenció rápidamente de que las obras se encontraban entre las 333 que pertenecieron a Schloss”, colección que reunía a destacados maestros flamencos y holandeses de los siglos XVI y XVII.
La confirmación final dependerá de peritajes técnicos y de la trazabilidad documental, pero las primeras observaciones de estilo y procedencia coinciden con las fichas que constaban en los registros de la familia Schloss. “Si se comprueba la autenticidad, las pinturas serán restituidas a los herederos”, aseguró la fundación en un comunicado citado por la prensa especializada.
El saqueo de la colección Schloss se extendió durante varios años. En julio de 1940, apenas semanas después de la ocupación alemana de París, la residencia familiar fue una de las seis propiedades y galerías de arte allanadas por las tropas de Hitler. Sin embargo, gran parte de la colección no fue encontrada en ese momento, porque los hijos de Adolphe y Lucie habían trasladado decenas de piezas a la llamada “zona libre” de Francia, en un castillo ubicado a unos 480 kilómetros al sur de la capital.
El refugio resultó transitorio. En los años siguientes, tanto los nazis como sus colaboradores del régimen de Vichy lograron ubicar los depósitos y confiscar los bienes. Desde entonces, la mayoría de las obras desaparecieron en el mercado negro o fueron adquiridas por coleccionistas vinculados al Tercer Reich. Algunas de ellas terminaron en museos europeos, otras circularon en galerías privadas y una porción todavía continúa desaparecida.
La aparición en Ohio abre la posibilidad de que, más de ocho décadas después, parte de ese patrimonio regrese a la familia Schloss. Se trata de un gesto de reparación simbólica en un escenario donde la pérdida no se mide únicamente en términos económicos sino también en lo que significó la aniquilación cultural y personal de millones de familias judías en Europa.
LA PINTURA QUE APARECIÓ EN MAR DEL PLATA
El caso remite inevitablemente a la recuperación reciente en Argentina del óleo de Ghislandi, valuado en unos 50.000 dólares, que había sido fotografiado en el interior de una vivienda puesta en venta en Mar del Plata. Allí, la Justicia actuó de oficio tras la denuncia de medios neerlandeses y confiscó la obra que estaba en poder de Patricia Kadgien, hija de un jerarca nazi radicado en el país.
Estos hallazgos muestran que, a pesar del tiempo transcurrido, todavía es posible rastrear piezas robadas por el Tercer Reich y devolverlas a quienes les pertenecen. La Monuments Men and Women Foundation recordó que su tarea se centra en “recuperar cientos de miles de obras de arte confiscadas durante la Segunda Guerra Mundial” y en garantizar que “no caigan en el olvido los nombres de las familias expoliadas ni el destino de su patrimonio cultural”.
Con este hallazgo, la colección Schloss, uno de los ejemplos paradigmáticos de despojo sistemático de la ocupación nazi en Francia, vuelve a ocupar un lugar central en el esfuerzo global por recomponer, al menos parcialmente, la memoria cultural perdida en el siglo XX.