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La Ciudad Deportiva de Boca, un sueño que pudo haber cambiado la Costanera Sur y el Rodrigazo se llevó

La que alguna vez iba a ser la Ciudad Deportiva del Club Boca Juniors, en la Costanera Sur, al lado de la Reserva Ecológica de CABA, terminó transcurridos 60 años en un megadesarrollo inmobiliario, con viviendas, oficinas y parques, a cargo de IRSA, liderada por Eduardo Elsztain.

A principios de 1965, el gobierno democrático de Arturo Illia le había otorgado a los xeneizes un sector en el río de La Plata para rellenarlo y construir una Ciudad Deportiva de 40 hectáreas, que quedó diluida en el sinuoso camino de la historia nacional.

Algunos allegados cuentan que el 25 de mayo de 1975 fue un día muy traumático para Alberto J. Armando, el presidente de Boca que emprendió el sueño.

Por primera vez luego de la muerte de Perón, habia en el país inseguridad social, que desembocó en el golpe de inflación conocido como el Rodrigazo.

En ese momento se estaba por encarar la construcción del gran estadio al que sería mudada la Bombonera y la obra quedó paralizada en una tribunita de 30 metros y 8 escalones en el solar de la isla 7.

Le firmaron el certificado de defunción la crisis política e institucional, más algún problema personal no resuelto entre Armando, que era peronista, y López Rega,

Se terminó el presupuesto y la falta de mantenimiento le puso reversa al proceso rápidamente: yuyos, óxido, degradación y abandono.

DESAZÓN Y FINAL

En 1976, Armando se replegaba en los éxitos del equipo de fútbol dirigido por el Toto Lorenzo, que le dio sus alegrías pendientes: bicampeonato con final victoriosa frente a River, dos Libertadores y la Intercontinental.

En 1979, el intendente de facto Cacciatore, a pesar de que Boca Juniors había caído en incumplimiento, le amplió el plazo de ejecución de la obra y lo liberó de la obligación de construir el estadio.

A esa altura sólo había quedado una gran olla con la tribunita de 8 escalones por 30 metros, y el tétrico alrededor de yuyos muy altos tapando topadoras abandonadas y docenas de perros vagabundos.

Aun así, para 1982 Cacciatore dio por finalizadas las obras y le asignó a Boca la posesión definitiva. Se habían rellenado 60 hectáreas, 20 más de lo previsto.

ISLA ALQUILADA

La isla que quedaba de la Ciudad Deportiva durante la década del 80 fue alquilada con la confitería incluida a la Cámara de Comercio Argentino Soviética que instaló un centro de exposición permanente de productos exportados de URSS hacia Argentina.

En la Ciudad Deportiva se desarrollaban diferentes actividades ligadas al deporte y la recreación, tenía varios servicios como duchas, pileta, canchas de fútbol y un bar o confitería con una cúpula característica, que en esa época fue una de las más modernas de Buenos Aires.

También disponía de un parque de diversiones llamado “Parque Genovés”.

En 1989, al inicio de la presidencia de Carlos Saúl Menem, el Congreso Nacional sancionó otra ley por la que le cambiaba al destino a estas tierras, indicando que podían utilizarse como complejo balneario, náutico, turístico, hotelero, o comercial y que estaba habilitado para funcionar como centro habitacional.

Asimismo permitió que el club deportivo pudiera vender los terrenos.

Fue justo un año después que muriera el gran impusor de la Ciudad Deportiva, Alberto J.. Armando.

El pujante y por momentos delirante presidente boquense había definido originalmente el proyecto con una frase: Fe y Trabajo.

Cuando el primer camión volcó su contenido de tierra y escombros siendo éstos devorados por el río, los presentes lo miraron con cara de “…Armando está loco…”, pero la obra comenzó a crecer con prisa y sin pausa acompañada por el éxito deportivo a nivel local del equipo de fútbol.

GERMEN PRECEDENTE

La iniciativa en realidad había nacido en 1947, cuando Alfredo López, presidente de Boca Juniors, solicitó a la Municipalidad nuevas tierras para que su club pudiera emprender una expansión social.

Hubo sucesivos trámites iniciados por Boca Juniors —1952: compra del ex Parque Romano, 1954: intentos por lograr el área de Casa Amarilla—, tampoco consiguieron sacar al club de su clásica y estrecha residencia: “La Bombonera”.

Una noche de 1962, y casi accidentalmente, el desaparecido ingeniero José Luis Del Pini, que paseaba por la costanera sur en compañía del presidente de Boca Juniors, lanzó una idea aventurada: esas 40 hectáreas de agua que se agitaban junto a la costa, podrían ser la base de la futura ciudad que Boca pugnaba por construir.

La mediación del ex diputado Reynaldo Elena logró poco más tarde que el Congreso Nacional sancionara la ley que otorgaba al Club Atlético Boca Juniors un trozo del Río de la Plata, comprendido entre la calle Humberto I, la Avenida Costanera y la línea de la ribera.

Obtuvo el apoyo de socios, simpatizantes y aficionados al deporte en general y entre febrero de 1965 y noviembre de 1966, lanzaron los Títulos Propatrimoniales para financiar las obras suministran a Boca 2.500 millones de pesos.

A casi un año del instante en que el primer camión volcó material sobre el río, 70.000 camiones habían transportado más de 300.000 metros cúbicos de tierra, rellenando y comenzando a definir, en parte, los límites de la futura ciudad.

“Una vez terminada, será algo así como Venecia en la Argentina”, aseguró Mateo Pagés, de la Comisión de Obras de Boca Juniors.

Era porque se habían planeado levantar 11 islas, con canales de navegación intermedios para embarcaciones deportivas.

Se cercaron más de 30 hectáreas de tierra. El volumen de hormigón armado empleado para montar el “table-estacado”, que sirve como muro de contención —de haberse construido hacia arriba—, hubiera permitido erigir en 10 meses, una torre de 500 metros de altura, con 678 departamentos para 3.500 personas.

Pero esta costa artificial se construyó hacia abajo, a 5 metros debajo del lecho del río y a 3 de la superficie, sobre la que se acaba de inaugurar un moderno sistema de iluminación que prolongará el muro castanero, introduciéndolo 2.200 metros dentro del río.

Casi simultáneamente, una de las islas estaría totalmente parquizada y pavimentada, con 3.000 árboles, un morro de 9 meces caminos interiores y una fuente.

Hasta que llegó el plano del gran estadio para albergar 140.000 personas sentadas y un microestadio, con capacidad para 30.000 espectadores.

“Boca ha emprendido esta obra, para dejar de ser solamente un gran club de fútbol, y transformarse en una institución sociodeportiva de envergadura”, decía Armando.

Con esta finalidad, un amarradero para 500 embarcaciones, campos abiertos para cada tipo de deporte, una torre de 160 metros de altura con comedor giratorio, salones y stands de exposiciones, confiterías, capilla y un vestuario para 7.200 personas, serían distribuidos en las 11 islas de la Ciudad. Simultáneamente, un servicio de colectivos propio permitiría el rápido desplazamiento interno.

Para fines de 1967, Boca Juniors se convertiría no sólo en el club con mayor número de socios —200.000— de todo el mundo (cada título representa la cuota de ingreso a la institución), sino también el más adinerado: la construcción de la Ciudad Deportiva, teniendo en cuenta el terreno ganado al río y su posterior valorización, capitalizarían a la institución en 13.000 millones de pesos.

La obra del estadio dejó exhaustas las finanzas y el Rodrigazo le asestó el golpe mortal.

El sueño se fue extinguiendo hasta convertirse en un proyecto inmobiliario que se incorpora a Puerto Madero.