El reflujo gastroesofágico ocurre cuando el ácido del estómago regresa al esófago y causa acidez estomacal, algo que, a menudo se le llama ERGE y esta reacción se conoce como reflujo ácido y puede irritar la mucosa del esófago. Muchas personas tienen reflujo ácido de vez en cuando. Sin embargo, cuando esto se repite en el tiempo, puede causar enfermedad por reflujo gastroesofágico.
Hace aproximadamente cuatro décadas, se lanzó en el mundo una nueva categoría de medicamentos que, con el transcurso de los años, se convertiría en una de las clases de fármacos más utilizadas, en forma cotidiana, por millones de pacientes y que son conocidos como “prazoles”.
Esta familia de moléculas actúan como “inhibidores de la bomba de protones” y los médicos usualmente los indican para el manejo y el tratamiento de diversas afecciones comunes: desde la dispepsia, a la Enfermedad por Reflujo Gastroesofágico (ERGE) y a la úlcera péptica que incluye la gástrica con o sin infección por Helicobacter pylori y la duodenal, además del síndrome de Zollinger-Ellison y la esofagitis erosiva, entre otras.
“Antes de que tuviéramos acceso a los ‘prazoles’ para tratar a pacientes con, por ejemplo, una úlcera péptica, no teníamos alternativas efectivas y seguras para este tipo de problemas”, comentó el doctor Luis Soifer (MN 44.599), ex presidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología (SAGE)
El especialista agregó: “Lo que se pensaba en aquel momento era que, si lográbamos reducir la cantidad de secreción de ácidos gástricos, los pacientes podrían mejorar su malestar, que usualmente se expresaba como un fuerte ardor y dolor en la boca del estómago”.
Con el paso del tiempo, el foco de esta temática se fue volcando sobre un problema digestivo en particular: el ‘reflujo’. Eso se da cuando la válvula que separa al estómago del esófago, por alguna razón, no cierra bien. Así, parte de los ácidos gástricos secretados en el estómago fluyen hacia el esófago. Esta válvula —cuyo nombre médico es ‘Esfínter Esofágico Inferior’ (EEI)— es un anillo de músculos que se ubica en la parte inferior del esófago, justo donde se une con el estómago. Y su función es cerrar completamente el paso entre uno y otro en momentos de la digestión.
Cuando, por alguna situación médica, no se cierra correctamente, el ácido gástrico ‘escapa’ del estómago y sube por el esófago. El problema ocurre porque el recubrimiento de la mucosa interior de este ‘tubo’ que lleva la comida de la boca al estómago no está adaptado para resistir la acción del ácido gástrico. Así, con el tiempo, esta invasión periódica va causando lastimaduras y quemaduras dolorosas, que pueden generar consecuencias más graves —como, por ejemplo, esofagitis e, incluso, lesiones precancerosas— en el largo plazo”, detalla Soifer durante un webinar de Eurofarma del que participó la Agencia Noticias Argentinas.“Diversos estudios han demostrado que aproximadamente el 40% de las personas puede sufrir reflujo. O sea, alrededor de 4 de cada 10 argentinos —de todas las edades— sufren esta situación”, advierte el experto y agrega: “Una investigación publicada en 2005 concluyó que la prevalencia de síntomas típicos de la ERGE ascendía al 23% de los consultados, quienes reportaron ‘sentir en forma frecuente síntomas típicos de ERGE (como ardor y regurgitación) al menos una vez por semana’. En el caso de la esofagitis, se calcula que el 5% del total de la población sufre esta situación”. Todas estas cifras epidemiológicas locales son bastante similares a las encontradas en otros países desarrollados y de la región.
TRATAMIENTOS DISPONIBLES
Para tratar de la mejor manera varias de estas patologías, se han desarrollado diversos medicamentos y —entre los más exitosos y eficientes— figuran los “prazoles”, una categoría de medicamentos que engloba diferentes formulaciones químicas y concentraciones.
Según la patología de cada paciente, estos fármacos pueden ser tomados en forma permanente o “a demanda”, cuando recrudecen los síntomas gástricos. Luego, si estos ceden, pueden dejar de consumirse por un tiempo. En otros casos particulares, el paciente podría ingerir su dosis diaria en dos tomas distanciadas. Además, para suspender el tratamiento —en forma provisoria— también es necesario seguir un proceso paulatino, a lo largo de varios días y no interrumpirlo en forma abrupta.
Otro tema a considerar con el médico es que el prazol a tomar no interfiera con otras píldoras que el paciente tenga recetadas para otras dolencias. Esto se logra por medio de la regulación de la dosis o del momento de la toma. “O sea que para ser realmente efectiva y segura esta medicación debe ser tomada por cada paciente en el formato más apropiado para su condición y según la evolución e intensidad de su patología”, sugiere Soifer.
Ante estas situaciones, la recomendación general indica que la toma de cualquier medicación sea indicada por un profesional, previo diagnóstico correcto de la problemática. Además, su prescripción inicial ayuda a ajustar la dosis correcta para cada paciente en el tiempo, según sus síntomas, y explicarle la forma correcta de tomar esta medicación (en ayunas, seguido luego por un alimento más tarde, etc.). “De esta forma, si se toman con la supervisión de un profesional, su funcionamiento será mucho más efectivo y puede prevenirse a tiempo cualquier complicación que pudiera aparecer”, comentó Soifer.
Si bien todas estas moléculas hoy disponibles en las farmacias son variantes químicas de los “prazoles” y tienen similitudes, algunos tipos de prazoles demostraron ofrecer ventajas sobre otras formas, según el paciente y su patología.
En el caso particular del esomeprazol, el médico dijo: “Lo que hemos visto en investigaciones sobre su absorción por el metabolismo y su biodisponibilidad para cumplir sus efectos es que su duración es mayor, ya que esta molécula en particular posee una vida media más larga que otros prazoles. O sea, la concentración ideal de este fármaco en el organismo y su disponibilidad para ayudar a disminuir la producción de ácido gástrico, es mayor a la de otros fármacos químicamente parecidos”.Además, considerando el punto de vista del inicio de sus efectos tras su ingesta, las pruebas lo evaluaron como un producto de “inicio de acción rápida” y, por su composición química, se comprobó que tiene una menor tasa de interacciones farmacológicas, algo importante a considerar en los pacientes mayores que suelen estar “polimedicados”.
Por otra parte, se comprobó que, si el esófago ya tiene algunas lesiones por la acción del ácido, con la toma de esta medicación la cura de estas lastimaduras lleva menos tiempo”, detalló el especialista. En efecto, la observación clínica indica que hasta el 90% de las personas con esofagitis severa ven cicatrizadas sus lesiones en un período de cuatro semanas.