Es una de las experiencias más comunes y universales: pasar un rato largo en la pileta, el mar o la bañera y notar cómo las yemas de los dedos se arrugan y adquieren un aspecto similar al de una pasa. Durante años, la creencia popular sostuvo que esto ocurría simplemente porque la piel “absorbía” el exceso de agua y se hinchaba. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que la explicación es mucho más fascinante y compleja.
Según explica el sitio de divulgación “Enséñame de Ciencia”, este fenómeno no es un proceso pasivo de absorción, sino una reacción activa y controlada por el sistema nervioso.
UN “MODO ANTIDESLIZANTE” NATURAL
Lejos de ser una simple consecuencia de la humedad, el arrugamiento de los dedos es un reflejo biológico con una posible ventaja evolutiva. El mecanismo es el siguiente:
1. Reacción nerviosa: Cuando las manos permanecen mucho tiempo sumergidas, los nervios envían una orden a los vasos sanguíneos de los dedos.
2. Contracción: En respuesta a esta señal, los vasos sanguíneos se contraen.
3. Formación de surcos: Esa contracción provoca que la piel se repliegue sobre sí misma, formando los característicos surcos y arrugas.
¿PARA QUÉ SIRVE? UNA VENTAJA EVOLUTIVA
La ciencia sugiere que esta reacción no es casual, sino que tiene un propósito muy útil: mejorar el agarre en condiciones húmedas.
Al formarse estos surcos, la superficie de los dedos se vuelve más rugosa, lo que facilita la sujeción de objetos mojados o resbaladizos. Es como si el cuerpo activara un ingenioso “modo antideslizante” natural para adaptarse a un entorno acuático.
Así que la próxima vez que sus manos luzcan arrugadas después de un chapuzón, recuerde, como señala “Enséñame de Ciencia”, que no es por la simple humedad: ¡es su cuerpo adaptándose inteligentemente al entorno!