Un fuerte aumento en la prohibición de libros en escuelas y bibliotecas públicas, impulsada por grupos conservadores que buscan restringir el acceso a obras con temáticas progresistas, de diversidad sexual o racial, se ha registrado en Estados Unidos. Según la Asociación Estadounidense de Bibliotecas (ALA), los títulos impugnados pasaron de unos 300 en 2020 a más de 9.000 en 2023, el mayor número desde que la entidad comenzó a rastrear estos casos en 1990.
“Es una misión ideológica de personas de derecha”, señaló Jon Yaged, director ejecutivo de Macmillan Publishers, durante la Feria del Libro de Fráncfort, donde el tema generó intenso debate. “Es una nueva forma del odio manifestándose en la cultura”, añadió.
Entre los títulos más atacados figuran No todos los chicos son azules, de George M. Johnson; Ojos azules, de Toni Morrison; y Las ventajas de ser invisible, de Stephen Chbosky, cuestionados por abordar temas como sexualidad, raza y consumo adolescente.
El fenómeno tiene su epicentro en Florida, donde el gobernador Ron DeSantis impulsa políticas educativas conservadoras que prohíben discutir sobre identidad de género y sexualidad en las aulas. Grupos como Moms for Liberty defienden las restricciones afirmando que buscan “proteger a los niños de materiales inapropiados”.
Organizaciones como PEN America y editoriales como Macmillan, Penguin Random House y HarperCollins han iniciado acciones legales contra estas medidas. “Mientras haya libros, habrá personas tratando de prohibirlos”, advirtió Yaged. “Y no habrán ganado mientras sigamos luchando”.