El músico estadounidense Jack DeJohnette, una de las figuras más influyentes de la historia del jazz moderno, murió este lunes a los 83 años. La noticia fue confirmada por un representante del sello ECM Records, que editó gran parte de su obra, aunque no se reveló la causa de su fallecimiento.
DeJohnette fue mucho más que un baterista virtuoso: pianista, compositor y líder de banda, amplió las fronteras del instrumento y redefinió su papel en la música improvisada. Su estilo, caracterizado por un sentido rítmico expansivo y una técnica libre de compartimentos, marcó a generaciones enteras de intérpretes.
Nacido en Chicago en 1942, DeJohnette comenzó a tocar el piano a los cinco años y poco después se acercó a la batería, que se convertiría en su instrumento principal. “El piano y la batería forman parte de la familia de la percusión. No hay separación: aprender una cosa alimenta la otra”, dijo alguna vez, explicando la base conceptual de su enfoque musical.
Sus primeros pasos en la escena local incluyeron experiencias con Sun Ra y su Arkestra, así como con figuras de la vanguardia como Muhal Richard Abrams y Roscoe Mitchell, pilares de la AACM (Association for the Advancement of Creative Musicians). A fines de los años cincuenta ya lideraba su propio trío y, poco después, reemplazó por una noche a Elvin Jones en la banda de John Coltrane, una experiencia que él mismo calificó como “física y espiritualmente magnífica”.
A mediados de los sesenta, con apenas 28 dólares y su batería al hombro, se trasladó a Nueva York para dedicarse de lleno a la música. Allí trabajó con Freddie Hubbard, Jackie McLean y más tarde con Charles Lloyd, en cuyo cuarteto coincidió con Keith Jarrett, el pianista con quien mantendría una estrecha colaboración durante toda su vida, especialmente a través del célebre Standards Trio que completaba el contrabajista Gary Peacock.
Su ingreso al universo de Miles Davis marcó un punto de inflexión tanto en su carrera como en la historia del jazz. Tras la salida de Tony Williams, DeJohnette fue convocado por Davis en 1969 para integrarse a la formación eléctrica que dio forma a discos decisivos como Bitches Brew, A Tribute to Jack Johnson y On the Corner. “Tocar con Miles, Dave Holland, Chick Corea y Wayne Shorter fue una época muy emocionante”, recordó años después.
En declaraciones sobre aquel período, DeJohnette explicó el método del trompetista: “Yo empezaba algo y, si estaba bien, él no decía nada. Luego ponía en marcha cada instrumento. Cuando todo empezaba a vibrar, Miles tocaba un solo encima y lo dejaba fluir hasta que sentía que se había agotado”.
Tras grabar Live-Evil, uno de sus discos favoritos por su “sonido funky y sucio”, dejó la banda en 1971 para buscar mayor libertad expresiva. Ese mismo espíritu guió su trayectoria como solista y líder, iniciada con The DeJohnette Complex (1968), primer paso de un catálogo que superaría los 50 álbumes bajo su nombre.
Su relación con ECM Records comenzó en 1973 con Ruta and Daitya, un álbum a dúo con Jarrett, y continuó con proyectos como Compost, Gateway y New Directions, además de colaboraciones con Jan Garbarek, Pat Metheny y Herbie Hancock, entre muchos otros.
Durante los años setenta y ochenta, DeJohnette también se consolidó como acompañante habitual de Sonny Rollins y como una presencia constante en los escenarios internacionales. Su versatilidad lo llevó a moverse con naturalidad entre el jazz acústico, la fusión eléctrica y la experimentación rítmica, sin perder nunca una identidad inconfundible.
A lo largo de su carrera obtuvo dos premios Grammy, el más reciente en 2022 por Skyline, grabado junto a Ron Carter y Gonzalo Rubalcaba. En 2012 fue reconocido como NEA Jazz Master, el máximo honor que Estados Unidos concede a sus músicos de jazz.
En el plano personal, DeJohnette se casó dos veces: primero con Deirdre Davenport, a quien conoció en la universidad de Chicago, y luego con Lydia, a quien conoció en el club Ronnie Scott’s de Londres en 1966. Tuvieron dos hijas, Farah y Minya.
Con una carrera que abarcó más de seis décadas, Jack DeJohnette deja una obra que desafió etiquetas y una influencia que trasciende generaciones. Su legado no solo está en los discos y escenarios que marcó, sino en la libertad creativa que su música encarnó: la de entender el ritmo no como acompañamiento, sino como un lenguaje que respira, dialoga y crea mundo.






