Flamengo ya no compite solo por títulos: compite contra su propia historia. En los últimos años, el “Mengão” se transformó en un imperio moderno dentro del fútbol sudamericano. Su camino en esta Libertadores 2025 no es un episodio aislado, sino la consecuencia de un proyecto que combina dinero, identidad y hambre de gloria.
Desde aquel equipo de Jorge Jesus que deslumbró al continente hasta este presente con Filipe Luís en el banco, el club de Río de Janeiro construyó una estructura que pocos pueden imitar. Instalaciones de elite, planteles con estrellas internacionales y una capacidad económica que le permite retener figuras que en cualquier otro país serían inalcanzables. Mientras la mayoría de los equipos argentinos o sudamericanos venden para sobrevivir, Flamengo compra para ganar.
La diferencia se nota dentro y fuera de la cancha. El conjunto carioca puede traer de vuelta a jugadores de Europa, blindar contratos millonarios y seguir llenando el Maracaná cada fin de semana. Esa combinación de poder económico, popularidad y fútbol ofensivo lo convirtió en un gigante que impone respeto en cualquier estadio del continente, sea en Río, Buenos Aires o Montevideo. Flamengo juega con el peso de un club que siempre parece un paso adelante, que se siente local aun cuando cruza la frontera.
En esta Copa Libertadores, el equipo no deslumbró en la fase de grupos, pero encontró su mejor versión en los momentos clave. Entre la participación en el Mundial de Clubes y la madurez de su nuevo ciclo, el “Fla” llega a esta semifinal como un candidato temible. La victoria 1-0 en el Maracaná le da una ventaja mínima pero simbólica: el aviso de que la jerarquía no se negocia.
Mañana, en el Cilindro de Avellaneda, Racing intentará revertir la historia. Pero enfrente tendrá a un equipo que no solo juega por una final: juega por su lugar en la eternidad. Porque si logra alzar otra vez la Libertadores, Flamengo será el primer club brasileño en conquistarla cuatro veces, confirmando que su era dorada está lejos de terminar.
