Los primeros meses de vida de un bebé son un tiempo de enorme sensibilidad, tanto para él como para su familia y, en esta etapa, los trastornos digestivos funcionales -como los cólicos, la constipación y la regurgitación- son una de las principales causas de consulta pediátrica (se calcula que afectan a 1 de cada 2) y es una fuente de preocupación para las familias.
Estos y otros trastornos gastrointestinales funcionales son un desafío frecuente, pero complejo: aunque no implican enfermedad orgánica (por eso su carácter de ‘funcionales’), afectan el bienestar físico y emocional de los bebés y de todo el entorno familiar.
“Si bien suelen considerarse procesos benignos y transitorios, su impacto en la vida cotidiana puede ser muy significativo: bebés que lloran por horas, padres que duermen poco, rutinas familiares que se ven alteradas y una sensación de frustración que se acumula cuando las estrategias habituales no alcanzan para aliviar el malestar”, explicó la médica pediatra Dra. Mabel Carosella.
La especialista aclaró: “Indudablemente, la lactancia materna exclusiva es la forma ideal de alimentación para esa etapa e inclusive la primera indicación para suavizar estos cuadros es corregir la posición del bebé durante la toma, evitar la sobrealimentación y controlar la prendida para que el bebé no trague aire, pero priorizando la lactancia”.
Sin embargo, reconoció que, en estos cuadros, si resulta necesario complementar la lactancia, el camino adecuado es recurrir a fórmulas específicas, que son alternativas eficaces y avaladas por un robusto respaldo científico. Días atrás, durante el 42° Congreso Argentino de Pediatría, se presentó un estudio de investigadores argentinos que aportó evidencia local sobre el rol que pueden desempeñar las leches especiales, medicamentosas, en este escenario.
La investigación, desarrollada en diez centros pediátricos de Capital Federal, Gran Buenos Aires y distintas provincias del interior, siguió a 102 lactantes de entre 0 y 3 meses que presentaban síntomas digestivos persistentes y 8 de cada 10 habían nacido por cesárea (este dato es relevante porque la alteración de la composición de la microbiota intestinal es causa de trastornos digestivos). Al inicio del estudio, el 90% de los bebés recibía lactancia materna y leche de fórmula de inicio -por algún motivo- (lo que se conoce como lactancia mixta) y el 10% restante solo recibía leche de fórmula, sin lactancia materna.
Ante la presencia de trastornos gastrointestinales funcionales, por indicación médica del pediatra, todos comenzaron a recibir una leche de fórmula especialmente diseñada para esos cuadros digestivos. Durante un mes, los especialistas y las familias evaluaron la evolución de los síntomas y de la calidad de vida del bebé y de sus cuidadores, a través de cuestionarios validados y estandarizados.
Los resultados fueron elocuentes, ya que, en apenas una semana, los padres comenzaron a registrar mejoras significativas: menos llanto, más horas de sueño continuo y una reducción palpable del malestar digestivo. Al cumplirse 28 días, los síntomas que al inicio eran frecuentes habían disminuido a niveles casi marginales.
En concreto, la dificultad para evacuar, que afectaba a la mitad de los bebés, se redujo al 6%. La regurgitación, que estaba presente en casi tres de cada cuatro lactantes, descendió al 7%, mientras que el disconfort por gases bajó del 27% al 5% y el tiempo de llanto excesivo que afectaba al 28% pasó al 1%.
La consecuencia más evidente fue que los bebés descansaban mejor y, con ellos, también lo hacían los padres. Los trastornos digestivos funcionales en los lactantes son una de las principales causas de angustia en las familias durante esos primeros meses de vida. Este estudio demuestra que cuando la lactancia materna exclusiva no es sostenible, una leche de fórmula adaptada puede aliviar de forma rápida y concreta esos síntomas, con un beneficio directo en la calidad de vida de toda la familia.
Para la Dra. Carosella, directora médica del Grupo Pediátrico Belgrano R “la mejoría temprana observada en la primera semana sería un dato de particular interés, porque sugeriría que los cambios no se deberían únicamente a la maduración natural del sistema digestivo, que suele mejorar con el paso de los meses, sino a un posible efecto directo de la leche de fórmula”.
Además, el carácter de ‘mundo real’ del estudio refuerza su valor, sostuvo la especialista, “ya que refleja lo que sucede en la práctica cotidiana, con familias atravesando el puerperio y médicos que deben acompañar con soluciones basadas en herramientas concretas en distintas regiones del país”.
El estudio aporta así una pieza clave para repensar cómo se acompaña a los lactantes con trastornos digestivos y a sus familias. La evidencia ahora disponible en Argentina demuestra que las fórmulas especialmente diseñadas para mejorar la digestión pueden ser parte de la solución, siempre bajo indicación médica y sin desplazar a la lactancia materna cuando esta puede mantenerse.






