Con Auge y caída del conejo Bam (Anagrama), Andrés Barba vuelve a demostrar que su literatura nunca se acomoda: cada libro suyo parece nacer de una preocupación distinta, de una incomodidad distinta. Todos comparten una misma obsesión: entender cómo se forma, se sostiene y se quiebra un lazo social. Para pensar esa pregunta en su última novela, Barba decidió abandonar de manera radical el territorio humano: elige una madriguera de conejos, un universo animal con reglas propias, y desde allí construye una de las novelas más singulares (y, paradójicamente, más políticas) de su obra.
La novela está narrada por Copito, un conejo discreto que ha sido elegido para escribir la historia de Bam, su antiguo compañero y, ahora, leyenda de la Gran Madriguera. Copito oscila entre el deber y la culpa: no sabe si contar la vida de Bam será un gesto de amor o una traición definitiva. Esa ambigüedad íntima sostiene el ritmo del libro. Y eso no es casual: Barba siempre ha trabajado con narradores incómodos, personajes que observan la realidad desde un ángulo desplazado, nunca del todo confiables pero sí profundamente humanos, incluso cuando son animales.
La relación entre Copito y Bam articula dos fuerzas opuestas: la construcción del mito por un lado y, por el otro, la necesidad de desmontarlo. En la madriguera, Bam es un héroe, un líder, un salvador. Pero Copito intuye que la verdad nunca es tan pura; que toda épica colectiva esconde versiones contradictorias, omisiones, zonas turbias. En esa tensión se juega la propia dignidad de la comunidad. ¿Qué sucede cuando la memoria histórica depende de un único narrador, con sus miedos y sus afectos? ¿Qué se rompe cuando una figura adorada es revisada desde la fragilidad del recuerdo? La novela nunca responde del todo esas preguntas; más bien las hace vibrar. Y en ese movimiento, Barba construye una fábula que se parece infinitamente menos a un cuento infantil que a un mecanismo para pensar con facilismo la política contemporánea.
La madriguera es un laboratorio metafórico. Una comunidad primitiva y sociedad compleja. En ella vemos a los conejos descubrir su identidad colectiva, organizar instituciones incipientes, crear rituales para sostenerlas, depositar sus anhelos en un líder aparentemente providencial, entrar en conflicto, temer por su seguridad, aspirar a la libertad y, finalmente, enfrentarse al derrumbe.
Esa estructura responde a un diseño deliberadamente ambicioso. El autor ha dicho que concibe la novela como un ciclo histórico completo, casi hegeliano, pero no se trata de un manual filosófico disfrazado; es un relato vivo, lleno de escenas intensas y, sobre todo, de preguntas que resuenan mucho más allá de la ficción. Porque lo que ocurre en la madriguera no es un espejo del presente, sino una manera de captar las tensiones profundas que atraviesan nuestras sociedades: la pérdida de confianza en las instituciones, la fragilidad de la vida comunitaria, la ansiedad ante la incertidumbre y la necesidad, a veces desesperada, de sentirnos protegidos.
Y sí, cada vez que un escritor recurre a animales para hablar de política, la sombra de Rebelión en la granja parece inevitable. Barba dialoga con Orwell, pero con matices muy marcados. De Orwell toma el origen emociona, pero se aleja del mecanismo alegórico que convierte al texto en un juego de interpretación inmediata. Auge y caída del conejo Bam no invita al lector a buscar equivalencias históricas ni a desenmascarar figuras del mundo real.
Una de las paradojas más interesantes del libro es que el autor, quien desde hace años vive en Argentina junto a su esposa y sus hijos, afirma haber escrito esta novela como un gesto de “liberación”. Quiso escapar, por un momento, del mundo humano; salir de la rutina de la actualidad, de los debates urgentes, de la presión por interpretar el presente. Y sin embargo, en ese intento de fuga, encontró el modo más directo de hablar de política.
¿Por qué? Porque la distancia de la fábula le permite no caer en la tentación de corregir la realidad o emitir juicios morales. La novela piensa sin adoctrinar, observa sin ofrecer recetas. Y es política no por lo que denuncia, sino por lo que ilumina.
En definitiva, Auge y caída del conejo Bam es, en apariencia, una fábula sobre conejos. Pero detrás de esa superficie amable se despliega un relato denso, sofisticado y, por momentos, perturbador. Barba construye una novela que puede leerse como aventura épica, como meditación política, como ensayo filosófico o como tragedia íntima entre dos criaturas que se quisieron y no supieron qué hacer con esa lealtad.
Es una novela sobre cómo nacen, crecen y se derrumban las comunidades; sobre cómo necesitamos héroes para sostener nuestras esperanzas, y cómo esos héroes inevitablemente nos fallan. Pero también es un libro sobre el poder de las historias: sobre la responsabilidad de quien las narra y el riesgo de quien las cree.






