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La batalla por una nueva identidad peronista

Buenos Aires, 6 diciembre (NA)– La noche en que murió el histórico barón del conurbano Juan José Mussi, uno de los últimos representantes del peronismo territorial, de comité y de municipalidad, fue una señal de que se fue mucho más que un dirigente político.

El peronismo perdió una pieza de su memoria mientras termina el año más áspero de su interna: una disputa de liderazgos, un calendario electoral partido en dos y la certeza de que tiene que volver a definirse para sobrevivir.

Este 2025 va a quedar en la extensa historia del peronismo como un año de tensiones internas, conmociones judiciales y una mezcla de triunfos parciales a nivel local con derrotas nacionales que lo hizo volver al punto de partida: sin apertura y renovación real no va a haber reencuentro con una mayoría social.

UN PERONISMO EN TRÁNSITO

Más allá del relato clásico de “unidad” de las tribus peronistas, los eventos de los últimos meses muestran un espacio en tránsito: no tanto replegado sobre su legado sino intentando reinventarse para sobrevivir como fuerza competitiva frente al mileísmo, que ya dio muestras de que sigue teniendo la iniciativa política una vez disipado el espejismo del 7 de septiembre.

El drama y la potencia del peronismo hoy se ve en la tensión entre viejos liderazgos y una generación de cuadros que buscan revitalizar el proyecto de Juan Perón con un enfoque de gestión territorial. Esa pulseada marcó buena parte de la agenda del año.

La disputa por las listas bonaerenses fue el escenario donde todo eso quedó más expuesto. En La Plata, el mensaje que se ordenó hacia intendentes y armadores dejó en claro que “las listas las va a armar el gobernador”, una frase puso en cuestión el monopolio de la lapicera.

“Nosotros fuimos los adultos responsables. Ellos querían que nos quedemos sin lista”, graficaron a la Agencia Noticias Argentinas en la mesa chica del gobernador bonaerense Axel Kicillof en aquel momento de tensión con La Cámpora.

Esa pulseada marcó un punto de inflexión donde Kicillof empezó a pujar con más fuerza por centralidad propia después de un año de reproches cruzados con Cristina Kirchner, donde el kirchnerismo intentó retener el control de un dispositivo que considera parte de su ADN político.

En medio de esa tensión que atravesó 2025, el fallo condenatorio contra Fernández de Kirchner sacudió aún más un equilibrio precario. Su palabra volvió a tener un peso emocional, pero no logró ordenar el ecosistema peronista como en otra época.

Mientras que en paralelo, Kicillof buscó afirmarse con recorridas, plenarios y gestos de autonomía que terminaron por cristalizar la pregunta que sobrevoló todo el año: ¿quién conduce hoy el peronismo?

La respuesta provisional llegó en las urnas. Las elecciones legislativas del 7 de septiembre y del 26 de octubre dejaron una foto fracturada: la provincia como bastión y el país como un terreno en disputa donde el peronismo sólo logró anotar victorias puntuales.

Ese contraste alimentó la discusión sobre el rumbo y la identidad: si el modelo bonaerense es exportable o si, por el contrario, es apenas un refugio que no alcanza para volver a enamorar a una mayoría social fuera de las fronteras de PBA.

LA DISPUTA POR EL PODER QUE VIENE

En el horizonte no parece haber certezas. Hacia fin de año, la interna tomó cuerpo institucional en el PJ bonaerense: Máximo Kirchner podría volver a competir por ese sillón, mientras intendentes del conurbano más cercanos a Kicillof empezaron a explorar la posibilidad de ir con una lista alternativa.

Es posible que gran parte de la llave para la reorganización peronista de cara a 2027 se juegue en esa disputa entre el kicillofismo y el kirchnerismo. No se trata solo de dos nombres propios, sino de dos lecturas del momento político y de dos maneras de imaginar la reconstrucción del espacio.

En ese escenario de redefiniciones, la muerte de Mussi apareció como un símbolo involuntario. No por nostalgia, sino porque marca el cierre de una etapa: la del barón que moldeaba su territorio como prolongación de su identidad política. Su partida coincide con un peronismo que busca abrir otro ciclo, todavía sin nombre y sin liderazgos plenamente consolidados.