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De la expectativa al respaldo verbal: Milei, Washington y los ecos de una ayuda prometida

El viaje de Javier Milei a Washington, en el marco de la Asamblea General de la ONU, se desarrolló bajo un clima financiero que podía medirse en rojo: bonos argentinos en caída, reservas evaporándose y un peso debilitado, tambaleante como un hincha que acaba de ver a su equipo errar un penal decisivo.

El presidente viajó con la ilusión de sellar apoyos concretos, acaso un préstamo que oxigenara las arcas; lo que recibió fue otra moneda: respaldo político enfático, declaraciones altisonantes y, en lo material, apenas promesas aún envueltas en condicionales. Como si hubiera entrado a un supermercado con el carrito vacío y saliera solo con la lista de compras.

Scott Bessent, secretario del Tesoro de los Estados Unidos, agitó el escenario con un tuit y posteriores declaraciones: “todas las opciones de estabilización están sobre la mesa”.

Habló de líneas de swap, compras directas de divisas y uso del Exchange Stabilization Fund. Palabras que bastaron para encender un rebote en bonos argentinos, aflojar momentáneamente la presión cambiaria y darle a Milei una fotopara mostrar.

El presidente, eufórico, agradeció el gesto como si fuera la entrega de un premio, cuando en realidad lo que recibió fue un catálogo de posibilidades, no un contrato firmado.

En paralelo, la economía argentina siguió respirando con respirador. El Banco Central vendió más de US$ 1.110 millones en apenas tres días para mantener el dólar mayorista en el techo de la banda cambiaria, incluyendo un récord de US$ 678 millones en una sola jornada.

Una cirugía a corazón abierto sin anestesia, que sostiene el presente pero reduce el margen de maniobra para los vencimientos que se acumulan en el horizonte inmediato. Las reservas netas rondan los US$ 39.250 millones, pero la cifra se erosiona cada día que el Central interviene para contener la fiebre del dólar.

Donald Trump, en su encuentro con Milei, ofreció un respaldo político de alto voltaje: elogios públicos, la palabra “aliado”, abrazos y sonrisas que alimentan la narrativa de un alineamiento personal e ideológico.

Pero también deslizó su límite: insistió en que Argentina “no necesita un rescate”. Es decir, apoyo simbólico sí, compromiso de liquidez inmediata no.

Milei volvió de Washington con lo que parecía un botín diplomático: un tuit de Trump impreso y autografiado, levantado con la satisfacción de un fan que logró la firma de su rockstar favorito. Una postal útil para redes, peroinútil para el balance del Banco Central.

¿QUÉ QUEDA ENTONCES?

Reservas y vencimientos. La presión sobre las reservas es insostenible si no entra capital fresco. Con pagos externos en la mira para principios de 2026, el margen de acción se achica. Los mercados aplauden gestos, pero descuentan que sin dólares reales el alivio será pasajero.

Condiciones implícitas. Bessent aseguró que no habrá “nuevas condiciones” para Argentina. El matiz es clave: no habrá exigencias distintas a las ya conocidas, pero el compromiso de disciplina fiscal, reducción del déficit y continuidad de reformas promercado sigue siendo la base sobre la cual se construye cualquier paquete de ayuda.

No hay carta blanca: la letra chica ya está escrita, aunque no se pronuncie en público.

Credibilidad interna. La política exterior puede mostrar fotos con Trump y frases de funcionarios de Washington. Pero dentro del país pesan más la inflación, los aumentos en servicios y la percepción cotidiana de que la vida es más cara.

La derrota electoral en la provincia de Buenos Aires golpeó al oficialismo y alimenta la idea de que el capital político se agota más rápido que las reservas del Central.

La batalla del relato. En el plano comunicacional, Milei gana aire: puede exhibir que Estados Unidos lo respalda y que Argentina no está aislada.

En lo estructural, la película es otra: el país depende de que alguna de esas “opciones sobre la mesa” se convierta en dólares líquidos y pronto. La diferencia entre un puente real y un espejismo está en la ejecución.

Milei regresó de Washington con elogios, declaraciones y símbolos que pesan en política, pero que no resuelven la urgencia económica.

Volvió con un respaldo verbal que fortalece el relato, y con un autógrafo presidencial que sirve para las vitrinas de Twitter, pero no para las cuentas del Tesoro.

Argentina necesita dólares concretos, plazos claros y certezas materiales; no tuits enmarcados.

La política se alimenta de símbolos, sí. Pero la economía se financia con billetes, no con aplausos. Lo que hoy es alivio puede mañana ser desilusión si el puente prometido se queda en humo.

Y en Argentina, la historia siempre enseña lo mismo: lo que cuenta no es el gesto, sino el depósito.