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“Esto no es vida”: los ancianos de Gaza sufren pérdidas y exilio en medio de dos años de guerra

Omar Odwan, de 83, se sienta tranquilamente fuera de su tienda de campaña en un campamento para desplazados en Deir al-Balah, en el centro de Gaza. Tiene la espalda encorvada y el rostro surcado de profundas arrugas. Con la mirada perdida, murmura: “Mis sueños quedaron enterrados junto con las paredes de mi casa”.

Durante tres décadas, Odwan trabajó como profesor en Libia antes de regresar a Gaza en 1995, con la esperanza de pasar sus últimos años rodeado de sus hijos y nietos. Pero la guerra que comenzó el 7 de octubre de 2023 destrozó esa esperanza. Su hogar en el barrio de Nasr, en la ciudad de Gaza, fue destruido por los ataques aéreos israelíes en los primeros días del conflicto.

Desde entonces, Odwan y su familia han sido desplazados cinco veces, moviéndose de un refugio temporal a otro. “Cuando permitieron que algunas familias regresaran a Gaza en febrero pasado bajo el acuerdo de alto el fuego, pensé que nuestro desplazamiento había terminado. Regresé a casa y comencé a reconstruir un pequeño rincón e incluso planté menta cerca de la puerta. Pero un mes después, los ataques aéreos se reanudaron y tuvimos que huir de nuevo”, declaró a la agencia de noticias Xinhua.

Odwan, quien ahora vive en una tienda de campaña, sufre problemas cardíacos y articulares.

“Lo único que quiero es morir en mi casa, no en una tienda de campaña desconocida. Esto no es vida; esto es sufrimiento”, se quejó.

Mientras Gaza conmemora el segundo aniversario de la guerra, su población anciana sigue siendo una de las más vulnerables: testigos de la destrucción de su patria y guardianes del recuerdo de una vida que una vez prometía paz y dignidad, y que ahora solo sobrevive en fotografías descoloridas y oraciones silenciosas.

En un campamento cerca de la ciudad sureña de Khan Younis, Nabil Atallah, de 75 años, se sienta en una silla de plástico rota fuera de su tienda, contemplando la tierra árida donde una vez cultivó un pequeño huerto de limoneros y naranjos. Antes de la guerra, Atallah vivía en el barrio de al-Rimal de la ciudad de Gaza, en una casa de dos plantas rodeada de vegetación.

“Todas las mañanas, tomaba café en el balcón y veía a mis nietos ir a la escuela. Nuestra vida era modesta pero llena de amor”, evocó.

Cuando los bombardeos se intensificaron, Atallah huyó a pie con su esposa y su hijo diabético. “Lo dejamos todo atrás. El camino a Khan Younis estaba lleno de cadáveres y coches quemados. Pensé que era el fin”, recordó.

Su sentimiento de pérdida se agudizó cuando el campamento en el que se había refugiado fue posteriormente bombardeado. “Ahora vivo en una tienda de campaña, compartiendo el baño con decenas de personas, y como una comida cada dos días”, comentó.

A pesar de las dificultades, Atallah guarda una bolsa de plástico con fotos familiares. “Miro las fotos de las bodas de mis hijos y los árboles que planté. Solo quiero volver a oler los limones”, añadió con voz temblorsa.

En un refugio en una escuela de Deir al-Balah, Jamila Zamou, de 68 años, está sentada en una silla de ruedas, con una manta ligera sobre las piernas. “Esa noche de noviembre de 2023, estaba jugando con mis nietos gemelos cuando un cohete impactó en la casa. Recuerdo los gritos y la búsqueda entre los escombros”, expresó.

La metralla la impactó en la espalda, dejándola paralizada, mientras que sus dos nietos murieron al instante. “Ni siquiera pude despedirme. Cuando supe que habían muerto, deseé haberme ido con ellos”, añadió.

Ahora, Jamila vive con su hija en un aula convertida en refugio temporal, y depende de una máquina de coser donada para confeccionar ropa para los niños desplazados. “Cuando coso un vestido para una niña, me imagino que es para mis nietas”, manifestó.

Según la oficina de prensa de Hamás en Gaza, al menos 4.813 ancianos palestinos han muerto desde que comenzó la guerra, mientras que miles más padecen enfermedades crónicas sin acceso a atención médica adecuada.

Muchos viven en tiendas de campaña y refugios abarrotados, sin electricidad, agua potable ni saneamiento.

“Muchos ancianos no pueden llegar a los hospitales debido a la escasez de combustible y las continuas hostilidades”, declaró Monir al-Borsh, autoridad sanitaria de Gaza.

Por otra parte, el desplazamiento prolongado empeoró las condiciones de los pacientes de edad avanzada, especialmente de quienes padecen enfermedades cardíacas, diabetes y problemas respiratorios.

Las organizaciones humanitarias también expresaron su preocupación por el creciente sufrimiento psicológico entre los ancianos, muchos de los cuales perdieron a sus familiares y hogares.

La inestabilidad constante los ha privado de apoyo y atención social; alrespecto, Atallah reflexionó: “Hemos perdido nuestros hogares, nuestros amigos y nuestros recuerdos. Solo nos queda esperar, pero no sabemos qué”.