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Murió D’Angelo, ícono del neosoul y símbolo de una generación

D’Angelo, el influyente cantante, compositor y multiinstrumentista que revolucionó el soul contemporáneo con su mezcla de sensualidad, espiritualidad y raíces negras, murió el martes a los 51 años. Su familia confirmó la noticia en un comunicado, en el que señaló como causa del fallecimiento un cáncer, aunque no precisó el lugar en que ocurrió.

Nacido como Michael Eugene Archer en Richmond, Virginia, D’Angelo irrumpió en la escena musical a mediados de los años noventa con Brown Sugar (1995), un álbum que devolvía al soul la calidez analógica y el groove orgánico de los setenta. Su voz aterciopelada, su falsete influido por Prince y Al Green, y su instinto rítmico profundamente ligado al hip-hop lo convirtieron en una figura central del movimiento neosoul, junto a artistas como Erykah Badu, Lauryn Hill, Common y Mos Def.

Su segundo disco, Voodoo (2000), fue considerado una obra maestra del género. Impulsado por el éxito de Untitled (How Does It Feel), el álbum debutó en el número uno del ranking Billboard y consolidó su estatus como uno de los músicos más innovadores de su tiempo. El video de ese sencillo, en el que aparecía aparentemente desnudo, lo transformó en símbolo sexual y fenómeno cultural, pero también en una figura incómoda con su propia fama.

El impacto de esa exposición fue profundo: D’Angelo se retiró durante años, luchando contra la depresión, el alcohol y las drogas. “No se suponía que Untitled fuera su declaración de intenciones”, recordó su exrepresentante Dominique Trenier. “A día de hoy, para muchos sigue siendo ‘el tipo desnudo’”.

Durante su retiro, su leyenda creció. Admirado por músicos y críticos, se convirtió en una figura de culto. Su regreso en 2014 con Black Messiah —un álbum político, espiritual y cargado de funk— fue recibido como un renacimiento artístico. El disco, lanzado en medio de las protestas por la violencia policial en Estados Unidos, reafirmó su compromiso con la historia y la identidad de la música negra.

D’Angelo rechazaba las etiquetas que lo encasillaban: “Nunca dije que hiciera neosoul”, afirmó en 2014. “Yo hago música negra”. Su voz, un falsete frágil y poderoso, podía pasar del susurro al éxtasis con una expresividad que llevó a los críticos a compararlo con los grandes del género.

En mayo pasado había cancelado una presentación en un festival de Filadelfia por motivos de salud. Su muerte cierra la trayectoria de un artista que, más allá de los silencios y las sombras, logró transformar el soul del siglo XXI y devolverle su profundidad emocional y su misterio.