El escape del presidente de San Lorenzo, Marcelo Moretti, se convirtió en otro de los sorprendentes episodios de la política de los clubes del fútbol argentino, sumándose a otros hechos impactantes provocados por la reacción de los hinchas.
Este tipo de acontecimientos revela una relación históricamente tensa entre las dirigencias y las masas populares que sostienen a las instituciones: una dinámica donde la pasión, el descontento y la desconfianza hacia los dirigentes se mezclan con la identidad colectiva que cada club representa.
RACING Y LA NOCHE DE LA QUIEBRA
El 4 de marzo de 1999 en la sede de Avellaneda, el presidente de Racing, Daniel Lalín, fue golpeado en la cara con un tambor que salió del sector del público. El impacto le causó un fuerte sangrado en su rostro y quedó marcado en la historia como uno de los peores momentos institucionales del club.
El incidente fue provocado por el anuncio de la quiebra de la institución, una tensa situación en donde los fanáticos temían ante el posible cierre definitivo de un elenco histórico que había sido protagonista de los inicios del fútbol argentino: multicampeón de los torneos amateur, de manera consecutiva, y el primer club argentino en conquistar la Copa Libertadores y la Intercontinental. “El Primer Grande” como indica su eslogan, podía cerrar sus puertas.
Por otra parte, el mismo día, la síndico Liliana Ripoll expresó la recordada frase “Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir”. El anuncio generó una fuerte movilización de los socios e hincas, quienes se instalaron en el Cilindro de Avellaneda para evitar la catástrofe más grande de toda su historia: la desaparición.
Si bien en la actualidad, “La Academia” se encuentra en un gran momento futbolístico, los hinchas siempre recordarán este aterrador episodio con orgullo, porque los socios e hinchas se unioren para sacar adelante al club. Una fuerte manifestación popular que explica que la pasión por un club mueve montañas.
INDEPENDIENTE Y LOS SILLAZOS
El 27 de junio de 2013, 12 días después del descenso de Independiente de Avellaneda a la B Nacional, el presidente del club, Javier Cantero, y su comisión directiva fueron agredidos por los barrabravas e hinchas con sillazos.
La turbulenta situación que vivió el “Rey de Copas”, apodado de esta forma por la grandeza que adquirió por la conquista de las 7 Copas Libertadores (máximo ganador) y las 2 Intercontinentales, derivó en la renuncia del presidente, la cual se produjo el 23 de abril de 2014.
El mandato de Cantero quedó marcado en la historia como el peor de la historia de una institución que literalmente tocó el cielo con las manos y descendió al infierno.
TRES CRISIS, UNA MISMA RAÍZ
Los casos de Moretti, Lalín y Cantero exponen un patrón repetido en la política del fútbol argentino: la ruptura del vínculo entre las dirigencias y sus bases sociales. Las crisis institucionales, los fracasos deportivos y las sospechas de mala gestión actúan como catalizadores de una indignación que muchas veces desborda los canales democráticos de los clubes. En el fútbol, donde la pertenencia trasciende lo racional, la reacción de los hinchas se convierte en una forma de resistencia ante lo que perciben como una traición a su identidad colectiva.
EL PODER DE LOS HINCHAS Y EL LÍMITE DIRIGENCIAL
Estos episodios también muestran cómo el poder simbólico del hincha puede condicionar —y en algunos casos revertir— decisiones institucionales. La autogestión emocional que se manifiesta en cada club argentino no solo es una expresión de amor, sino también una advertencia: en este ecosistema pasional, la política deportiva no puede desligarse de la legitimidad popular. En última instancia, el fútbol argentino sigue demostrando que ningún dirigente, por más respaldo que tenga, puede sostener su autoridad sin el consentimiento —y la paciencia— de su pueblo futbolero.