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Un chef argentino en Noruega: la vida que muchos sueñan y pocos encuentran

En noviembre, el sol se retira como un dios cansado y deja a la ciudad hundida en una penumbra azul que dura tres meses. La luz apenas araña el cielo durante un par de horas, un suspiro gris antes de que vuelva la noche. En ese escenario, Martín Gandú, chef argentino de 42 años, enciende la cámara y detrás de él una aurora boreal irrumpe como si alguien hubiera rasgado el firmamento con un trazo verde. “Es realmente impresionante y hermoso”, dice Martín, sin necesidad de levantar la voz: habla como quien ya no tiene que venderle la postal a nadie.

Su viaje hasta aquí es una línea punteada de crisis, búsquedas y fronteras. Empieza en 2003, cuando el olor a gas lacrimógeno del 2001 todavía flotaba sobre Buenos Aires. “Estudiaba Economía en la UBA, ante semejante estallido social y económico, un amigo me contactó desde El Calafate para ver si quería ir y ahí me animé a viajar lejos por primera vez”, recuerda. Ese impulso inicial se volvió una pulsión. Dos años entre El Calafate y Ushuaia, Hyatt Buenos Aires, transferencia a San Pablo (2009- 2011), Mendoza (2011-2014), Nueva Zelanda durante todo 2014, cinco meses de ruta por Tailandia, Camboya, Laos y Vietnam; luego Chile -hasta que un terremoto puso un punto final abrupto-; un mes de Milán a Nápoles; y un capítulo de cuatro años entre Pekín y Fujian (2018-2022). Cuando China cerró por covid, él abrió LinkedIn. Ese cliclo depositó en Mo i Rana, 18.000 habitantes y, como él dice, “cero drama”.

Martín no narra su vida como un héroe del destierro, sino como alguien que encontró un ritmo diferente. En esa cadencia tranquila, casi minimalista, suelta la frase que resume todo: “Diferencias con Argentina hay miles”. La dice sin lamento, apenas constatando un hecho.

Los números acompañan su afirmación como un coro que no admite refutación. Noruega lidera por décimo año el Democracy Index 2024 con 9,81 puntos sobre 10. Argentina aparece 54ª, con 6,51 y la etiqueta “democracia defectuosa”. En Mo i Rana, aunque caiga un metro de nieve en una noche, las calles siguen abiertas. No hay parálisis, ni excusas, ni caos logístico: hay maquinaria trabajando mientras la ciudad duerme. “Acá no se bloquea una sola calle aun con tormentas de nieve que pueden caer hasta 1 metro en solo una noche, hay constante trabajo en la vía pública para que la gente no tenga ningún inconveniente en el traslado… Acá quedarse sin luz es
riesgo de muerte porque todo es eléctrico”, explica.

En islas con apenas 60 habitantes los ferries son gratuitos todo el año, y las
emergencias se resuelven con helicópteros que despegan incluso cuando el cielo
parece de piedra.
Martín paga 39 % de impuestos y lo hace con una sonrisa que en Argentina sería vista como una traición ideológica. “Acá la salud es pública, la educación igual, la protección a la familia es muy importante, los padres tienen 1 año de licencia por paternidad… el estado te dobla el salario por tener un hijo, para asegurar que no le falte nada”.

Hoy son 49 semanas al 100 % del sueldo o 59 al 80 %, quince semanas exclusivas para cada progenitor. En Argentina, en cambio, la madre tiene 90 días pagos; el padre, ninguno. Y el maltrato infantil allí es causal automática de intervención estatal.

La primera vez que trabajó en Noruega, Martín sintió que le habían cambiado la gravedad del cuerpo. “Se trabaja 8/9 horas por día en TODOS los rubros, por ejemplo el mío en gastronomía, y habiendo vivido en 6 países y habiendo nacido en Argentina, eso es muy difícil o casi imposible de encontrar”. Vacaciones mínimas: 25 días hábiles más festivos, obligatorias en temporada alta. La noción de descanso deja de ser un privilegio para convertirse en un elemento estructural del contrato social.

El dinero no sobra, pero alcanza. Lo suficiente como para no vivir en la cornisa. Salario promedio: 55-60.000 coronas mensuales (5.000-5.500 dólares). Salario mínimo horario: 239 coronas (22 dólares). Martín lo traduce con palabras que en Argentina suenan a ficción: “Es un país muy caro pero los sueldos no son bajos, aun el mínimo es suficiente para tener una vida ordenada y con cuidados normales se puede ahorrar un poco”.

PIB per cápita 2025: 91.880 dólares en Noruega, 14.360 en Argentina.

Desempleo septiembre 2025: 4,8 % vs. 7,6 %.

Inflación octubre 2025: 3,1 % anual vs. 2,2 % mensual (y un acumulado argentino que sigue disparado).

La seguridad completa el cuadro. “Es un lugar muy seguro, no hay robo, no existe el peligro salvo excepciones muy esporádicas”. El Numbeo Crime Index 2025 Mid-Year —escala de 0 a 100, cuanto más bajo más seguro— coloca a Noruega en 33,05, entre los países con menor sensación de inseguridad del planeta. Argentina aparece en 63,3. En homicidios: 0,72 por cada 100.000 habitantes en Noruega vs. 5,3 en Argentina.

En el World Happiness Report 2025, el ranking anual de la ONU que mide satisfacción vital según ingresos, salud, apoyo social, libertad y percepción de corrupción, Noruega se ubica séptima: 7,302 puntos. Argentina cae al puesto 58: 5,8.

El verano en Mo i Rana parece inventado por un escritor de realismo mágico. “Tenemos verano polar que es de día las 24 horas durante 3 meses, y en algunas islas por acá cerca se ve el sol de medianoche que baja pero nunca se esconde en el horizonte y vuelve a subir”, dice Martín, como si describiera un truco que nunca termina de perder su encanto.

Lo que impresiona no es lo que dice, sino cómo lo dice: sin revancha, sin resentimiento, sin ese tono dolido que caracteriza tantas historias de emigrados argentinos. Habla con la serenidad de quien encontró un sistema estable y decidió que su vida valía más que la espera eterna de una mejora que nunca llega.

“Esta es una sociedad muy sólida en cuanto a la economía y muy estable a largo plazo… es un Estado muy presente y regulador, pero que se ve mucho en primera
persona todo el trabajo que se hace para la sociedad”.

En su cocina del Ártico, cuchillo en mano, cortando salmón con una precisión casi ritual, Martín resume su década de viajes en una frase que debería colgarse en todas las facultades de Ciencias Políticas argentinas:

En Noruega el Estado está para que vivas mejor.

En Argentina muchas veces parece que está para que sobrevivas.

No es que Noruega sea perfecta.

Es que funciona.

Y él —como miles de argentinos que se fueron y ya no están dispuestos a hipotecar
su vida en nombre de un futuro hipotético— decidió dejar de esperar que Argentina
haga lo mismo. #AgenciaNA